Sociedad civil
La sociedad civil puede concebirse sin mayores ahondamientos como un fenómeno tautológico. ¿Es realmente posible pensar una sociedad incivil? Toda sociedad, en su mínima expresión, reconoce la presencia del otro. De ahí que su esencia se funda cuanto menos en la coexistencia de dos o más personas. Yo no constituyo una sociedad por mi mismo, la integro necesariamente con los demás. En la actualidad, allende las complejidades que pudiere implicar su concepto, una sociedad civil puede ser entendida, por definición, como ajena a la idea de gobierno. Se suele enseñar que los gobiernos integran una relación vertical de autoridad entre personas, en la medida en que dicha relación tiene en el extremo de arriba al gobernante y en el extremo de abajo al gobernado. Lo que permite pensar, de igual manera, relaciones horizontales en que las personas se relacionan sin que nadie esté por encima ni por debajo de nadie. En términos gráficos, una sociedad civil que se relaciona con un gobierno estaría siempre abajo.
En un artículo extraordinario, Edwin Brítez se pregunta: ¿En manos de quiénes estamos? En él reflexiona sobre quiénes son los de arriba (gobernantes) inspirado en la actual situación generada por el proyecto de ley “que establece el control, la transparencia y la rendición de cuentas de las organizaciones sin fines de lucro” (ONG’s). El proyecto de ley, con el visto bueno del presidente Santiago Peña, cuyas modificaciones fueron aceptadas sin discusión ni cuestionamientos por la Cámara de Diputados, va en camino a ser sancionado y prontamente a entrar en vigencia. He intentando en cuanto espacio obtuve, explicar las enormes deficiencias, contradicciones e inconstitucionalidades del proyecto, no sólo por su contenido y sus disposiciones, sino por las vaguedades y ambiguedades de su texto, que abrirán una puerta a las interpretaciones de cualquier burócrata que en el futuro hará con ella lo que le plazca. El artículo de Edwin Brítez se centra en el control a la sociedad civil, rememorando las temibles historias que se tejieron con las supuestas bondades de la Ley 209 de la Defensa de la Paz Pública y con la Ley 294 de Defensa de la Democracia. Ello me llevó al trabajo “La delación” de Rosa M. Palau (2021), coordinadora de los Archivos del Terror, en el que publica la lista de aquellos agentes confidenciales (pyrague) del gobierno stronista, como una contribución a probar y recordar la existencia real de tales sistemas informales de control y presión ciudadana. Su trabajo se encabeza con la imagen de la obra “Espías” (1975) de Olga Blinder que utilizo en este artículo. Me explicaré mejor…
Leí una entrevista a Ticio Escobar, director del Museo del Barro donde la obra se expone, quien la recordó como una mujer que “previó con lucidez que la gran carencia en nuestro país es la institucionalidad, problema que continúa hasta hoy. La falta de una institucionalidad firme es una carencia que priva a Paraguay de la construcción de una democracia de alta calidad” señalaba parte de aquella entrevista. Olga Blinder integró, sin lugar a dudas, por medio de su arte, la sociedad civil paraguaya de 1975, al momento en que grabó esta obra. Una obra que representa una mujer que se sentía espiada en su afán de una democracia mejor. Espiada y controlada; delatada por aquellos agentes confidenciales que informa Rosa Palau; autorizados y legitimados por las leyes 209 y 294 que recuerda Edwin Brítez. Esto inspira estas reflexiones, pues algo de esto hay en el proyecto de ley que controlará a las organizaciones sin fines de lucro, a la llamada sociedad civil, a los de abajo, a todos nosotros. La supuesta transparencia abriga un alevoso tufo autoritario. Una finalidad impropia de un país y de un pueblo; de una sociedad civil en definitiva, que aceptó en su preámbulo constitucional y que se constituyó a sí misma como una democracia participativa. ¿Por qué este proyecto de ley, so pretexto de transparencia, controlará la participación de una sociedad civil cuya libertad de participar en los asuntos públicos, incluso directamente, está plenamente garantizada (art. 117)? ¿Por qué, siendo los partidos y movimientos políticos los únicos que tienen prohibido recibir auxilio económico, directivas o instrucciones de organizaciones y Estados extranjeros (art. 126, num. 1) quedan casualmente excluidos en la ley? El proyecto de control vertical que se está incubando no se sostiene ni se explica ante garantías constitucionales tales como la inviolabilidad documental (art. 36), la libertad de asociación (art. 42) o la igualdad ante una ley (art. 47, num. 2), que discrimina entre instituciones excluidas de su alcance (algunas) en desmedro de todas las demás.
El proyecto de ley confunde personas jurídicas con físicas, confunde sus patrimonios, extiende sus efectos y sus sanciones a esfuerzos cívicos autorizados en la Constitución mientras, en paralelo, excluye a quienes sí lo tienen prohíbido como los partidos y movimientos políticos, más propios de una idea de control. No se explica razonablemente, si la finalidad real es la transparecencia, que se controle a algunos y no a otros. No se explica que, casualmente, los controlados empiecen siendo los de abajo y quienes intentan limitar el poder de los de arriba. De ahí que esta reflexión sea una voz crítica más entre las ya varias voces existentes, a un proyecto de ley que nada tiene de institucional, recordando con ello el arte espiado de Olga Blinder, cuyo anhelo por una democracia mejor refleja plenamente nuestro momento actual; una xilografía que tallada en aquella madera de 1975 se mantiene vigente como una muestra clara de los temas aún pendientes por los que debe seguir luchando nuestra sociedad de hoy.